lunes, 15 de noviembre de 2010

Por el reconocimiento y la aceptación de la lengua chicalense

Por Victor Martínez Ceniceros

'La etimología es tan importante que merece una veintena de estudios separados... revela un proceso de transformación de la cultura y la sensibilidad...'.
Marshall McLuhan, en 'Leyes de los medios'

'Compilar tonterías en orden alfabético no es hacer un diccionario.'
Gabriel Zaid

a) Condiciones locales
Si hablamos en términos geométricos, Mexicali es el punto de unión de dos rectas que forman un ángulo de 90 grados, que a su vez, generan otras intermedias (considerando para este ejercicio, fantasioso pero ilustrativo, la península y la línea divisoria entre los dos países, y no los 32 puntos cardinales disponibles).

El caprichoso cuello de botella que formó la naturaleza, una vez que la Baja California se transformó en península (tras desprenderse del resto de la masa continental), convirtió a este sitio, con el transcurrir del tiempo, en paso obligado para todo el que deseara dirigirse a California.

Sirvan ambos ejemplos (el símil matemático y el geológico) para demostrar la importancia de esta zona, como centro de (re) unión.

La simiente de los aborígenes, arribó a este lugar por el norte, procedente de Europa (que a su vez, venían de Asia, y antes de África), descendieron a través de la ladera del océano Pacifico, algunos se establecieron, pero otros continuaron el viaje tanto vertical como horizontalmente, quiero decir, bajaron hasta el cono sur (un proceso muy lento), o se expandieron de este a oeste (un hecho más realista y fácilmente demostrable).

Con el transcurrir del tiempo, fuera de los grupos autóctonos, casi nadie estableció su hogar en la zona que después sería conocida como Mexicali; solo, como ya fue mencionado, era un sitio obligado de paso para algunos norteamericanos, y uno que otro mexicano.

Ni siquiera los colonizadores españoles, que fundaron misiones en diversas partes de la península, pudieron echar raíces por acá (intentaron, pero no pudieron, no aguantaron), y compartir sus costumbres, su amor a Dios, su idioma, su codicia.

Digamos entonces que el castellano (o el idioma mexicano, compuesto del castellano y de algunos derivados del náhuatl), hizo su arribo con los primeros individuos que comenzaron a ver la posibilidad de éxito en este yermo, principalmente personas de estados vecinos, como Sonora (con toda la tradición de sus grupos aborígenes), y uno que otro connacional que subió desde la Baja Sur. Pero casi al mismo tiempo, los norteamericanos hicieron circular su idioma, lo cual explica la trascendencia que tuvo y tienen, las dos lenguas (o tres) en la conformación del habla mexicalense.

b) El origen de la lengua cachanilla
Hubo un momento en la historia evolutiva de la humanidad (una vez que el órgano bucofaríngeo, permitió la articulación de una variedad de sonidos), en que se tuvo la necesidad de comenzar a nombrar los objetos de alrededor –para incrementar ventajas, para reducir riesgos, había que expandir horizontes hasta ese entonces innombrados-, y los nuevos que surgían tras las invenciones, o mas interesante aun, a los sentimientos y emociones que se agolpaban.

Pero el proceso no se agota; una vez que se definen convenciones, el ser social las adapta, las hace propias, crea sus propias reglas. Cada comunidad posee una forma de lengua particular, resultado de la mezcla de culturas, de la experimentación, y hasta de la descomposición por ignorancia y fallas en el sistema auditivo, procesos de comunicación incompletos, por comodidad, o una cercanía semántica con la lengua materna.

Lo que convierte al caso Mexicali en uno muy especial, es que todas las condiciones antes citadas, se multiplican exponencialmente. La esperanza que despierta California, y los campos agrícolas del valle Imperial (California: la entidad más poderosa del país más poderoso, en el mundo occidental), ha generado la circulación constante de individuos en el último siglo, los cuales han aportado, directa e indirectamente, elementos para la conformación de la lengua y su respectiva habla particular, de esta zona.

Un ejemplo: Aunque en apariencia cerrado, quienes integran grupos de narcotraficantes, como nómadas forzados que son, llevan su cultura lingüística y depositan parte de ella en el lugar al que arriban, y luego el ciclo continua al tener que abandonar súbitamente su centro de residencia, llevándose, claro, las novedades adquiridas que luego depositarán en su nuevo centro de operaciones.

c) El diccionario
Denigrar o relacionar el habla local a subgrupos sociales (cholos, pandilleros, paisas, nacos, tecolines), o peor tantito, sentirse orgulloso de tal propiedad, divulgarlo como triunfo y colgarse la medalla, representa una manera cruel de relegarla. Y no es que el problema sea algún grupo marginado que merezca ser rescatado, sino que en el caso particular de Mexicali, la mayoría de sus habitantes utilizan localismos en sus alocuciones y mensajes diarios.

Hubo una época en esta comunidad, a mediados del siglo pasado, en que el inglés era un idioma de uso común (o por lo menos, algunas de sus palabras). Una niña, contenta por haber arribado a la ‘beis’ sin haber sido descubierta, en el juego de ‘Las Escondidas’, gritaba: ‘Uan, tu, tri por mi y por todos mis compañeros…’

Eso fue resultado natural de haber sido históricamente percibidos, considerados y tratados como una isla: Primero fueron los exploradores europeos quienes estimaron, con la tecnología disponible en aquellos tiempos, que la hoy Baja California, era un trozo de tierra en medio del agua. La otra, vino por añadidura, de parte de los gobernantes y residentes del resto del país: Demasiado lejos del D.F. para ser tomados en cuenta, y muy cerca de los Estados Unidos, para suplir nuestras carencias.

Ya en el caso concreto que aquí nos tiene, la observación etno y antropológica del
mexicalense, permite determinar en la actualidad, que la evolución y el cambio en el uso de nuevos términos, proviene del sector juvenil; además, aunque el uso es generalizado, como apuntamos líneas atrás, éste tiende a disminuir, principalmente por temor a ser relegado, o con el paso de los años, o bien, por la participación en otros subgrupos (laboral, estudiantil, religioso).

Más allá de la autopercepción, existe una realidad insoslayable: El habla mexicalense existe y es utilizada en más ocasiones de las que el propio residente local lo sabe o lo descubre.

Claro, hay que tener el suficiente valor civil (o la inocencia) para aseverar, por ejemplo, en una junta de trabajo para la presentación formal de un nuevo proyecto educativo, que el trabajo mostrado está bien ‘perrón’, a pesar de que casi la totalidad de los presentes, entiendan lo que queremos decir.

Es por todo lo anterior, que nos hemos aventurado a darle forma a un diccionario que sea la herramienta de apoyo, y al mismo tiempo, un elemento que coadyuve al reconocimiento de nuestra lengua.

Es importante destacar que para el diccionario, consideramos términos de uso común, y se excluyen aquellos propios de subgrupos especializados (jerga penitenciaria o pandillera, argot deportivo).

Otro punto a favor del trabajo de fortalecimiento de una lengua local, es que mexicanos al fin, tendemos (como parte de ese rasgo de naturaleza humana tan arraigado) a reconocer y admirar lenguajes coloquiales de otras culturas (slang, lunfardo), imitarlos o considerarlos como rasgo propio de nuestra personalidad ‘cool-ta’.

Para todo aquel individuo que a estas alturas del texto, siga alarmado, debo decir que el ‘Real Diccionario Chicalense’, incluye la recopilación de términos desde 1900 a la fecha, algunos ya en desuso, o de consumo limitado (clemar, raqueado, catiza), otros nuevos (chavala). En unos casos fue posible ubicar el momento y las condiciones en las cuales surgieron (chabela); otros tuvieron evoluciones sorprendentes (chuky), aunque otras palabras se usan comúnmente, pero no existe un significado aceptado por todos (chaka).

La condición principal de este diccionario, es que cada término es de uso exclusivo en esta zona, o que, en caso de tener aplicación en otro sitio (sobre todo en la frontera), en Mexicali tiene una acepción distinta.

Además, este diccionario nunca estará completo, es un trabajo de constante modificación porque todos hacemos el lenguaje, y este cambia todos los días.

Hagamos que la lengua chicalense rife y controle; no la escondamos, tampoco la neguemos.

1 comentario:

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